La humanidad lleva siglos obsesionada con los misterios. Que si ovnis, que si fantasmas, que si el Triángulo de las Bermudas. Nos encanta lo inexplicable, pero en el fondo somos unos cagones de mierda. Nos llenamos la boca hablando de fenómenos paranormales, pero si una puerta se cierra sola en mitad de la noche, salimos corriendo como si nos persiguiera Satán en chándal.
Hay misterios que nos atormentan porque nunca vamos a tener una puta respuesta. ¿Quién cojones construyó las pirámides de Egipto? ¿En serio fueron solo esclavos con cinceles o aquí hubo ingeniería alienígena? Porque, vamos a ver, en pleno siglo XXI no somos capaces ni de poner un puto mueble de IKEA sin que sobre un tornillo, pero hace 4.500 años estos cabrones levantaron bloques de varias toneladas con una precisión milimétrica. Algo huele raro aquí, y no es el incienso del faraón.
Luego están los ovnis, los extraterrestres y todo lo que el gobierno nos quiere esconder. Porque sí, colega, nos esconden cosas. Cada vez que alguien graba algo raro en el cielo, aparecen los listillos de siempre con su “es un dron” o “es un fenómeno atmosférico”. Mira, chaval, si lo que vi en el cielo era un dron, entonces yo soy la reencarnación de Einstein. Pero, claro, no pasa nada. Si el gobierno de EE.UU. admite que los ovnis existen, todo el mundo se lo toma con la misma calma que si hubieran dicho que llueve el jueves. Estamos tan acostumbrados a que nos oculten mierda que ya ni nos molesta.
Pero si hay algo que da verdadero cague, son los casos de desapariciones sin explicación. Hay gente que se ha esfumado del planeta Tierra sin dejar rastro, como si hubieran sido borrados de la realidad. Uno de los más jodidos es el del Vuelo MH370 de Malaysia Airlines. Un puto avión con 239 personas a bordo desaparece y nadie sabe qué pasó. ¿Cómo coño en un mundo lleno de satélites, radares y gente grabándolo todo con el móvil, un avión entero desaparece sin que nadie tenga ni puta idea de dónde está? No me jodas.
Y si hablamos de desapariciones, ¿qué coño pasó con Elisa Lam? La chica del ascensor del Hotel Cecil, que aparece en un video actuando raro, moviéndose como si estuviera huyendo de algo invisible, y después aparece muerta en un tanque de agua del hotel. La versión oficial es que fue un accidente. Claro, porque es súper normal que una persona termine dentro de un tanque de agua cerrado, sin que nadie sepa cómo coño llegó ahí. Si te crees esa historia, también te crees que los políticos trabajan por el bien del pueblo.
Luego están los lugares malditos, esos sitios a los que ni de coña te metes solo de noche. No sé tú, pero si algo se llama “Bosque de los Suicidios” o “Casa del Diablo”, yo no me acerco ni por un millón de euros. Pero siempre hay un imbécil con una linterna y una GoPro que se mete a grabar «actividad paranormal», y luego se caga encima cuando oye un crujido. Mira, campeón, si un sitio tiene fama de estar maldito, NO ENTRES. Es de primero de sentido común.
En fin, el mundo está lleno de misterios que nos ponen los pelos de punta. Nos flipan, nos enganchan, pero en el fondo nadie quiere vivir uno en carne propia. Así que mejor seguimos viendo documentales sobre fantasmas desde la seguridad de nuestro sofá, con la luz encendida y el culo bien pegado al cojín. Porque una cosa es reírse de estas mierdas, y otra muy distinta es que te toque a ti.