Veladas de YouTubers: más humo que boxeo pero oye, algo es algo

Vamos a decirlo claro desde el principio, sin vaselina: las veladas de boxeo de YouTubers tienen menos boxeo que una clase de zumba, pero no veas cómo lo petan. Es el circo romano versión siglo XXI, con focos, fuegos artificiales, peleas a medio gas y miles de chavales gritando como si acabaran de ver a Dios con guantes y calzoncillos.

Aquí no se viene a ver técnica, ni estrategia, ni respeto por las doce cuerdas. Aquí se viene a ver a dos tíos que hasta hace tres meses no sabían ponerse un vendaje, repartirse collejas mientras la grada aúlla entre luces, humo y efectos especiales que parecen sacados de una rave en Ámsterdam. Y oye, funciona.

En esta nueva edición, en la primera pelea ya se había superado los 6 millones de espectadores en Twitch. Al acabar este primer combate, la cifra ya superaba los 7 millones. Y el pico fueron más de 9 millones de espectadores de forma simultánea. En cuanto a las entradas, se vendieron 80.000 entradas, llenando un Estadio de La Cartuja. Un nuevo récord que supera, con holgura, las 70.000 entradas vendidas en el Santiago Bernabéu durante la cuarta edición.

El boxeo de verdad, el de gimnasio sudoroso y sangre en la lona, lleva años peleando por no caer en el olvido. Hasta que llegaron estos chavales con millones de seguidores, muchas ganas de postureo y cero vergüenza. Y lo convirtieron en un puto show. Que sí, que te puede parecer una aberración… pero los estadios se llenan, las entradas vuelan, la gente lo ve y hasta tu primo el de la ESO sabe quién es Ibai pero no tiene ni puta idea de quién es Tyson Fury.

Y es que lo de menos son los golpes. Aquí el menú va así: presentación con más fuegos que una mascletà, entrada triunfal, discursos de nivel PowerPoint y, si hay suerte, dos o tres ganchos decentes antes de que uno de los dos se quede sin aire y se abrace al otro como un koala borracho. Porque sí, hay más cardio que técnica y más abrazos que golpes. Pero el público aplaude igual. Porque no vienen a ver boxeo, vienen a ver espectáculo.

Y ahí está la clave: espectáculo. El combate es la excusa. Lo que engancha es el salseo, el «beef» (como dicen ellos), los vídeos entrenando con cara de estreñido, las declaraciones como si fueran todos Rocky y la tensión artificial que se genera con música de tráiler. Da igual si luego se mueven como muebles de IKEA mal montados. La gente está ahí por el show. Y eso, aunque nos duela a los que amamos el deporte de verdad, tiene su mérito.

Porque, seamos honestos: ¿Cuántos chavales han pisado un gimnasio por primera vez gracias a estas veladas? ¿Cuánta gente ha descubierto que el boxeo no es solo pegarse, sino entrenar, sacrificarse y respetar? Aunque el envoltorio sea de neón y gilipollez, el regalo puede ser bonito.

¿Que preferiríamos ver a dos boxeadores de verdad? Sí. ¿Que ver a un gamer convertido en púgil es como ver a tu cuñado intentando hacer yoga? También. Pero si eso acerca el boxeo al gran público, si eso enciende la chispa en alguien que luego tiene ganas de practicar este deporte… pues mira, bienvenida sea la pantomima.

Así que sí, las veladas de YouTubers son como una hamburguesa del McDonald’s: no es carne de verdad, pero quita el hambre y deja con ganas de más.

Y oye, para lo que hay en la tele… al menos aquí se pegan de verdad. Aunque sea como muñecos de trapo.