Entrar en La Vaguada con la intención de llegar rápido a una tienda es como pensar que puedes cruzar un bosque sin brújula ni mapa. No se puede. Entras confiado, con la seguridad de que “solo es un centro comercial”, pero en cuanto pasas la puerta, te conviertes en un explorador perdido en un laberinto de pasillos idénticos, escaleras que no llevan donde deberían y giros inesperados que te desorientan en cuestión de segundos.
Las señales no ayudan una mierda. Están mal puestas, mal orientadas y, en algunos casos, ni existen. Ves un cartel que dice “Primark →” y sigues la flecha, pero cinco minutos después te encuentras en la sección de pescadería del Alcampo sin entender cómo coño ha pasado. Intentas volver sobre tus pasos, pero todo el centro comercial es una maldita ilusión óptica: los pasillos parecen iguales, las tiendas se repiten y, cuando creías que ibas en la dirección correcta, apareces en un sitio que no sabías ni que existía.
Las escaleras mecánicas son otro problema. No llevan donde crees. Subes confiado, pensando que acabarás en la planta de arriba justo donde necesitas, pero te dejan en una zona completamente distinta. La distribución de este sitio fue diseñada por un cabrón que claramente odia la orientación humana. Hay pasillos que no conectan con nada, plantas que parecen duplicadas y zonas donde, de repente, tienes que hacer un desvío absurdo porque no hay manera de llegar recto a donde ibas.
Si alguna vez has quedado con alguien en La Vaguada, sabes que es misión imposible encontrarse a la primera.
—Estoy en la planta de arriba, al lado del H&M.
—Vale, subo.
Subes y el cabrón ya no está. Porque en el tiempo que tardaste en encontrar las escaleras correctas, él se movió sin querer y ahora está en otro sector completamente distinto sin saber cómo ha pasado.
Y si intentas guiarte por las tiendas, olvídate. H&M, Primark, Stradivarius… todas están en varios puntos distintos, así que no puedes ni usarlas como referencia. Te dices a ti mismo que pasaste por un Pull&Bear hace cinco minutos, intentas volver y, de repente, aparece otro en el lado opuesto.
Lo peor es cuando necesitas ir al baño. Los baños en La Vaguada son más difíciles de encontrar que el Santo Grial. Están escondidos en los lugares más recónditos del centro comercial, como si fueran una prueba final en un videojuego. Sigues las señales, crees que estás cerca… y de repente el pasillo termina en una puerta de emergencia.
Cuando por fin encuentras la tienda que buscabas, después de haber dado vueltas como un idiota durante media hora, ya estás sudando, enfadado y con la sensación de que podrías haber salido del centro comercial antes de haber llegado hasta aquí.
Y claro, después de comprar, llega el momento de salir. Buena suerte intentando encontrar la salida correcta. Porque al igual que no sabes cómo llegaste a ciertos puntos, ahora no tienes ni idea de por qué puerta entraste.
Si aparcaste, peor todavía. Tu coche está en el parking, sí… pero en qué planta, en qué zona y en qué sección es un misterio absoluto. Pulsas el mando como un imbécil, esperando que las luces del coche te den una señal divina mientras recorres el puto laberinto subterráneo como un náufrago en busca de tierra firme.
Al final, cuando logras salir de ahí, sientes un alivio tan grande que casi te parece mentira haber sobrevivido. La Vaguada no es un centro comercial. Es un campo de entrenamiento para la desorientación absoluta. Y si logras orientarte ahí, puedes encontrar tu camino en cualquier parte del mundo.