Te despiertas un lunes por la mañana con la cabeza como un tambor, el despertador golpeando tus oídos y la triste realidad llamando a la puerta. No importa cuántas historias de Instagram te suelten el rollo de “Monday Vibes” o “Empezamos con todo”: la puta verdad es que iniciar la semana no se siente como un chapuzón de energía renovada, sino más bien como un puñetazo en la cara de la rutina.
Las publicaciones te muestran a gente guapísima, con la piel reluciente y sonrisa de película, sosteniendo una taza de café y diciendo: “¡Arranca tu semana con energía!” Pero, seamos realistas: por muy bueno que esté ese café, no hace milagros. Si el domingo te acostaste tarde poniendo lavadoras ni diez litros de espresso te van a convertir en un jodido superhéroe el lunes por la mañana.
En Instagram o TikTok, siempre aparece también alguien corriendo al amanecer, feliz de la vida, con esa musiquita inspiradora de fondo, y el texto: “Mi rutina de lunes a las 6 a.m. para estar al 200%”. Ajá, claro. Luego resulta que a las 10 a.m. ya se están muriendo de sueño en la oficina o echando la cabezadita a la hora de la comida. Pero claro, la pose fotogénica vende, y todos compramos el cuento de hadas sin preguntarnos si, para esa persona, los lunes también son un coñazo existencial.
Las marcas necesitan venderte la idea de que cualquier día es bueno para comprarte algo: el lunes, para que arranques “con fuerza”; el miércoles, para “romper la semana”; el viernes, porque “te mereces un capricho”… Y así se cuela la mentira de los “lunes llenos de energía”. Lo peor es que, cuando el universo parece escupirte en la cara con un atasco, una nuevo marrón de tu jefe y esa modorra que no te suelta, te preguntas: “¿Seré yo el raro que odia el lunes?” No, colega: somos todos, pero nos lo disfraza la publicidad.
Todos hemos experimentado ese momento en que te sientas frente al ordenador (o al tajo que tengas), parpadeas dos veces, e intentas averiguar si tus neuronas siguen de vacaciones. Y mientras luchas contra el impulso de mandar todo a la mierda, piensas en los eslóganes tipo “empieza la semana a lo grande”, y te dan ganas de prenderles fuego.
Si el lunes es inevitable, al menos dale tu propio toque canalla. ¿Echarle unas gotitas de misterio al café? ¿Poner esa música estridente que te hace sentir medio rebelde? ¿Gritar a los cuatro vientos que odias el lunes y que nadie te tosa hasta las 11 de la mañana? Adelante. Porque tragarnos esa fantasía de “día maravilloso” solo sirve para sentirnos más miserables. Mejor abrazar el caos y reconocer que si hemos sobrevivido al lunes, seguramente podremos con el resto de la semana.
Así que, si vas a vivirlo, hazlo con honestidad: acepta que probablemente estarás de mala leche, con un café mediocre y la sensación de que el mundo conspira contra ti hasta que se te pase la nube negra. Y, ¿sabes qué? No pasa nada. Es parte de la maldita normalidad de un lunes.
El mayor acto de rebeldía en esta estafa colectiva es admitir que el lunes no mola una mierda, y punto. Y si alguien te intenta vender el rollo del “Lunes con Energía”, déjalos con su cuento de hadas y sus filtros de Instagram. Al menos tú conservas la dignidad (y el derecho a lanzar un par de blasfemias antes de que salga el sol). ¡Feliz semana, o lo que sea que signifique esa frase de buen gilipollas!