Las obras del soterramiento de la A-5: el infierno sobre ruedas

Las obras de la A-5 en Madrid han convertido la rutina diaria de miles de conductores en una experiencia digna del purgatorio. Lo que prometía ser una mejora urbana para transformar la autovía en el Paseo Verde del Suroeste se ha convertido en un caos absoluto de tráfico, retrasos, cambios de ruta sin sentido y la sensación constante de que llegar a tu destino sin perder los nervios es un puto milagro.

Las obras, que arrancaron en octubre de 2024 y no acabarán hasta 2026, han convertido un tramo de 3,2 kilómetros en una tortura para cualquier conductor. Se ha reducido la capacidad de la vía a la mitad, manteniendo dos carriles por sentido con una velocidad máxima de 50 km/h. Básicamente, un embudo eterno donde los coches se arrastran a paso de tortuga y el tiempo parece detenerse.

Para intentar mitigar el desastre, el Ayuntamiento ha recomendado utilizar vías alternativas como la M-40, M-45, M-50 y la R-5. Una gran idea… si no fuera porque todo el mundo ha hecho lo mismo, provocando que estas carreteras también estén más colapsadas que la barra de un bar en hora punta. Los atascos ahora no están solo en la A-5, sino en todo Madrid.

También han reforzado el transporte público, aumentando las frecuencias en Metro, Cercanías y autobuses de la EMT. El problema es que esto no soluciona una mierda para los que dependen del coche a diario, como los miles de trabajadores que tienen que entrar y salir de Madrid desde municipios cercanos. Porque sí, hay mucha gente que no puede simplemente “coger el metro” como si todo estuviera a la vuelta de la esquina.

Si alguien está sufriendo más que nadie, son los vecinos de Alcorcón. El Ayuntamiento de la ciudad ya ha mostrado su cabreo monumental por los cambios en las rutas de los autobuses interurbanos, que ahora tienen más dificultades para llegar a Príncipe Pío. Esto ha llevado incluso a que se planteen medidas legales para que se mantenga el servicio en condiciones dignas.

Además, han pedido que aumenten las frecuencias de algunas líneas urbanas para conectar mejor con el tren y otros transportes, porque parece que a nadie en Madrid se le ocurrió que cortar la A-5 iba a suponer un desastre para miles de trabajadores que dependen de ella.

A pesar del desastre actual, el Ayuntamiento insiste en que, una vez terminadas las obras, todo será maravilloso. Hablan de una reducción del 90% del tráfico en superficie, menos contaminación y un bulevar peatonal que hará la vida mejor a los vecinos.

Pero la gran pregunta es: ¿realmente va a solucionar algo o solo van a trasladar el problema a otro sitio? Porque una cosa es soterrar una autovía y otra muy distinta es asegurarse de que el tráfico no colapse otros accesos a Madrid.

Ahora se ha confirmado que se extenderá el soterramiento hasta la avenida de la Aviación, como parte del desarrollo del nuevo barrio de Campamento, donde se construirán 10.700 viviendas. ¿Y qué pasa cuando metes más viviendas y más gente en una zona ya de por sí colapsada? Exacto, que la mejora prometida puede acabar siendo otro desastre logístico.

Las obras del soterramiento de la A-5 son una de esas situaciones en las que no queda otra que joderse y aguantar. El tráfico está hecho una mierda, las soluciones no son suficientes y todo apunta a que hasta 2026, conducir por esta zona va a seguir siendo una prueba de paciencia extrema.

Si tienes que pasar por ahí a diario, solo te queda rezar, dejarte la vida en podcasts para entretenerte en los atascos, o buscar la manera de teletrabajar hasta que esto acabe. Porque lo que está claro es que, en estos momentos, la A-5 no es una autovía: es una trampa mortal para el estrés.