La puta dictadura de las suscripciones: bienvenido a la vida en modo alquiler

Hemos llegado a un punto precioso de la evolución humana: ya no compras cosas, compras el derecho temporal a que no te jodan mientras las usas.

Todo es por suscripción. Todo. Tu móvil, tu coche, tu nevera, tu antivirus, tu tele, tu música, tu vida sentimental y dentro de poco, tu respiración. Te lo juro, cualquier día aparece “Oxígeno Plus Premium: paga 4,99 al mes y respira sin anuncios”.

Los coches son el mejor ejemplo de esta nueva religión consumista. Te compras un coche de 40.000 pavos, lo hueles, lo acaricias, te lo llevas a casa… y luego descubres que los asientos calefactables están ahí, instalados, calentitos, listos para currar, pero no funcionan hasta que no pagues una suscripción mensual.

Y no hablemos de las teles. Te pillas una Smart TV preciosa, con más pulgadas que el ego de Pedro Sánchez, y resulta que para quitar los anuncios del menú tienes que pagar una cuota mensual. O sea, tú pagas la tele… para que no te hagan publicidad en la tele que ya has pagado. Es arte conceptual. A Dalí le daría una embolia de la risa.

Luego están las suscripciones absurdas: El detergente de “envío automático”. ¿Perdona? ¿Quién lava ropa tres veces al día? ¿Un equipo de Fórmula 1? Pues nada, cada mes te mandan un cargamento de cápsulas como si vivieras en un McDonald’s.

Y si intentas darte de baja, aquello es como escapar de una secta. Te hacen preguntas, te marean, te ofrecen “un mes gratis”, te dicen que te lo pienses… te falta firmar con sangre.

Pero mi favorita, LA CÚSPIDE, es la suscripción para funciones digitales que antes eran gratis. El clásico:
– ¿Quieres guardar tus fotos? Paga.
– ¿Quieres usar la aplicación sin anuncios? Paga.
– ¿Quieres compartir tu ubicación? Paga.
– ¿Quieres dejar de llorar? Paga.

Todo es paga, paga, paga.

Porque esa es otra: ya no compras, alquilas. Has pasado de ser dueño a ser rehén. Eres el suscriptor oficial de tu propia existencia. Y además te sonríes mientras introduces la tarjeta, como un tonto funcional del sistema.

El futuro es sencillo:
Tu coche arrancará si estás al día de pagos.
Tu casa encenderá las luces si tienes la cuota activa.

Y tú, mientras, viviendo como un príncipe del alquiler, rodeado de gadgets brillantes que no son tuyos. Como un faraón moderno sin pirámide, pero con 27 pagos mensuales que te miran desde el banco diciendo “¿qué pasa, crack?, ¿renovamos o qué?”.

Así que sí, bienvenido al mundo de la suscripción infinita donde pagas o vuelves a la Edad Media.