Hay una fuerza oscura y todopoderosa que habita en cada uno de nosotros. No, no es dormir cinco minutos más cuando suena el despertador ni la tentación de no abrir TikTok “solo un momento” antes de acostarte. Es algo mucho peor, más sigiloso, más jodidamente letal: el “ya lo haré”.
Si no te suena, felicidades, eres un robot. Pero si lo reconoces, si has sentido el poder seductor de posponerlo todo hasta que la vida te patea los dientes, entonces siéntate, porque este artículo es para ti.
Lo peor del “ya lo haré” es que suena inofensivo y es un auténtico hijo de puta. No dice “voy a fracasar miserablemente”, ni “me convertiré en un desastre ambulante”, ni mucho menos “terminaré llorando en posición fetal preguntándome en qué momento mi vida se fue a la mierda”. No. Él solo susurra con voz melosa: «tranqui, hay tiempo».
Pero la verdad es que no, no hay tiempo. El tiempo es una trituradora de huesos que avanza sin piedad, y cada vez que dices “ya lo haré”, en realidad estás firmando un contrato con tu versión futura. Y te aviso: tu yo del futuro te odia.
Ese cabrón que va a despertarse con la mierda acumulada de todas tus excusas, que tendrá que lidiar con el marrón de lo que dejaste pendiente, que tendrá que sudar, llorar y maldecir mientras tú, el del pasado, estabas rascándote los huevos con la excusa de que “no era el momento”. Bien jugado, campeón.
Lo más gracioso es que el “ya lo haré” se disfraza de buenas intenciones. Seguro que conoces a ese tío (o peor, eres ese tío) que siempre tiene un plan, un proyecto, una idea brillante… pero que nunca hace una mierda. Un genio en potencia, pero en la práctica, un jodido cero a la izquierda. Lo que podríamos denominar un buen capullo motivado.
Porque claro, querer hacer algo no es lo mismo que hacerlo. Es más, pensar en hacerlo a veces te da esa placentera ilusión de progreso. Como si visualizarte con tableta de chocolate fuera lo mismo que entrenar. Como si imaginarte millonario fuera lo mismo que currárselo. Spoiler: no lo es.
Y así nos pasamos la vida, con la cabeza llena de planes pero las manos vacías de resultados. Y cuando nos damos cuenta, estamos atrapados en la rueda del “ya lo haré”, mirando cómo otros cabrones menos listos pero más espabilados nos pasan por encima.
No hay fórmula mágica. No hay motivación divina. No hay un secreto oculto que te hará convertirte en la bestia indomable que crees que podrías ser. Solo hay acción o excusas.
Si quieres algo, hazlo. Si no lo haces, cállate la boca. Así de simple.
Cada vez que sientas la tentación de decir “ya lo haré”, párate y pregúntate: ¿Realmente quiero esto o solo me gusta la idea de quererlo?¿Voy a mover el puto culo ahora o me estoy auto engañando?¿Voy a seguir siendo el rey de las excusas o voy a hacer algo con mi vida?
Si la respuesta es la segunda opción, enhorabuena: ya has dado el primer paso. Si no, tranquilo… ya lo harás.