Gente que madruga porque sí: ¿héroes o psicópatas?

Vamos a ver. Madrugar por obligación tiene un pase. Lo haces porque te toca, porque entras a currar a las 7, porque tienes niños que gritan a las 6:45 como si les estuvieran arrancando el alma, o porque hay que coger un puto tren. Vale. Te jodes, te levantas, y te conviertes en un zombie socialmente funcional. Hasta ahí, normal.

Pero luego están ellos. Los locos. Los perturbados. Los que se despiertan a las 5 de la mañana por gusto. Los del “me encanta aprovechar el día”, mientras tú estás buscando el botón de apagar al mundo. Gente que se levanta antes que el sol, con una sonrisa en la cara y un termo de café como si fueran a conquistar el Himalaya. Psicópatas con zapatillas de correr que ya han hecho estiramientos, «journaling» y meditación antes de que tú hayas abierto un ojo.

¿Aprovechar el día para qué, amigo del demonio? ¿Para ver cómo los gorriones se despiertan? ¿Para publicar un story de tus avenas con semillas de chía a las 6:03? ¿Quién coño te ha hecho tanto daño?

Y ojo, que encima te lo venden como una revelación espiritual. “Desde que madrugo me siento mejor, más productivo, más conectado conmigo mismo”. Pues enhorabuena, campeón. Yo si madrugo sin necesidad me siento estafado por la vida y con un odio homicida hacia todo ser viviente.

Lo peor de todo es cuando te lo cuentan con tono mesiánico. “Tú también deberías probarlo. Te cambia la vida”. A mí lo que me cambia la vida es dormir ocho horas.

Vamos a hablar claro: si te levantas a las cinco de la mañana sin necesidad, no es por disciplina, es por atención. No quieres ver el amanecer, quieres que alguien te diga: “Joder, qué fuerza de voluntad tienes”. No madrugas por productividad, madrugas para alimentar el ego a base de seis putos likes.

Y no te creas mejor persona por madrugar. Que luego, a las siete de la tarde, tienes cara de acelga y bostezas como si salieras de extra en The Walking Dead. Así que no vengas con el cuento de que madrugar «porque sí» te hace superior. No engañas a nadie.