El yonki del Tren de la Bruja: el último eslabón de la feria

Si hay un personaje icónico en cualquier feria de barrio, aparte del feriante con la camiseta llena de grasa y el que te intenta estafar en los dardos, es el yonki del Tren de la Bruja. Ese tipo de aspecto sospechoso, con la mandíbula desencajada, las ojeras más profundas que su propia existencia y un chándal que no ha visto una lavadora en toda la década.

Nadie sabe cómo llegó ahí. Nadie lo contrató oficialmente. Es un ente que simplemente apareció un día con la escoba en la mano y decidió que su misión en la vida era dar escobazos a niños desprevenidos. Y ojo, porque se lo toma en serio. Para él, el Tren de la Bruja no es un simple entretenimiento infantil, es su fucking coliseo, su escenario, su batalla épica contra una panda de críos que no saben la que les espera.

El cabrón no se limita a hacer acto de presencia. Se esconde, acecha, espera el momento exacto para dar el susto de su vida a un niño confiado. A veces aparece de la nada, a veces se cuela en el vagón y suelta un grito que haría cagarse al mismísimo Freddy Krueger. Pero lo mejor, su puto movimiento estrella, es el escobazo traicionero.

Porque claro, el objetivo no es asustar con elegancia, sino con violencia. No hay cariño ni delicadeza, es un escobazo seco, contundente, que si te pilla distraído te deja marcado emocionalmente para siempre. Y si el niño llora, se parte la puta caja. No hay piedad en su mirada. Solo droga, maldad y un sueldo en negro.

Pero lo mejor del yonki del Tren de la Bruja es su versatilidad. No solo da hostias y sustos, también tiene su faceta de animador. Entre susto y susto, baila, salta, se sube a los vagones, hace el mono y a veces, cuando el colocón es fuerte, se olvida de que está en un tren y se pone a discutir con alguien que solo él ve.

Y si hay algo que es ley en todas las ferias, es que el yonki del Tren de la Bruja nunca envejece. Da igual que hayan pasado diez años desde la última vez que fuiste: él sigue ahí, con la misma escoba, la misma sudadera y el mismo nivel de desnutrición. Es un puto inmortal. El espíritu del feriante puro, la encarnación de la feria en su estado más salvaje.

Así que la próxima vez que subas al Tren de la Bruja, mira a tu alrededor. Si ves una figura temblorosa en la oscuridad, con una escoba desgastada y una sonrisa perturbadora, no te preocupes. No es un espíritu ni una alucinación. Es el yonki de la feria, y está listo para darte el puto susto de tu vida.