No me gustan los spas. No los quiero. Son un invento demoníaco disfrazado de paraíso. Esas piscinas con agua ni fría ni caliente, que te dejan con la sensación de estar marinándote en un caldo humano. Esos albornoces con textura de lija y olor a toalla de hospital. Todo mal.
Lo peor, sin duda, son los chorros. Esos malditos cañonazos de agua que, si no calculas bien, te desplazan como un muñeco de trapo. Tu misión es simple: no salir volando. Te agarras a la barra con la cara de placer impostado del que ha descubierto que su declaración de la renta sale a devolver. Porque aquí nadie sufre. Aquí todos estamos relajados.
Hasta que un chorro se te cuela donde no debería. Sin previo aviso, sin consentimiento. Pero mantienes la compostura, claro. La dignidad es lo último que se pierde. Nadie puede notar que has sido víctima de un ataque acuático a traición. Mientras, debajo de la espuma, el caos. El culo fuera, las piernas flotando como en un exorcismo. Pero tú sales con la cabeza alta, como si hubieras ganado la guerra.
Luego están los chorros cervicales, que de relajantes tienen lo que un masaje con puños americanos. Dicen que descontracturan. Claro, igual que un accidente de tráfico. La presión te revienta el cuello, los ojos te lloran y el agua te invade las fosas nasales como si te estuvieras ahogando en tu propio spa. Pero tú con la misma cara de disfrute. Porque esto es salud. Esto es bienestar.
Y qué me dices del que se te pone al lado con su chorro traicionero, que te mete gotitas en el ojo hasta dejarte bizco. Te revienta la experiencia y tú ahí, con cara de “no pasa nada”, cuando lo que quieres es ahogarlo en la piscina de agua termal con temperatura de caldo de pollo.
Por cierto, ¿soy el único que tiene que salirse a mear siete veces? Súper cómodo el paseo del bañador chorreando, cogiendo frío en el camino, mientras piensas que en unos segundos vas a volver a sumergirte en esa sopa comunitaria donde todos hemos sido víctimas y verdugos.
En fin, si después de todo esto aún queréis ir a un spa, os recomiendo la piscina termal de Brihuega que mi hermana me ha dicho que está muy bien. O no.