El misterio de los niños brócoli del gimnasio

En cada gimnasio del mundo, entre los montones de hierros sudados, los gritos de motivación y los tipos que levantan más ego que peso, hay un fenómeno inexplicable. Un enigma digno de un documental de Netflix. Una anomalía evolutiva que desafía toda lógica humana: los niños brócoli.

¿Quiénes son estos seres? ¿De dónde vienen? ¿Y lo más importante… por qué existen?

Los niños brócoli no son niños, pero tampoco son adultos. Son esos chavales de diecipocos que parecen haber sido cultivados en un laboratorio con la única misión de tener el porcentaje de grasa corporal de una aceituna y unos trapecios tan marcados que parecen dos lingotes de oro. Nadie los ha visto comer nada sólido en su vida. Solo beben batidos de proteínas de sabores demenciales (¿tarta de cumpleaños con cookies? ¿Pero qué coño es esto?), y su dieta consiste en pollo hervido, arroz sin alma y brócoli más seco que un cactus.

Aparecen en el gimnasio como si los hubieran soltado de una incubadora especial. Siempre en grupitos, siempre con su camiseta ajustada que apenas tapa sus pectorales, siempre con una actitud que dice: “Este es mi reino y tú solo estás de paso”. No sudan, no se despeinan y jamás, jamás los verás hacer pierna con convicción. ¿Por qué? Nadie lo sabe. Es otro misterio sin resolver.

El niño brócoli no entrena, predica. Te observa desde el espejo, te juzga en silencio y, cuando menos te lo esperas, te suelta la pregunta que no pediste: “¿Tomas creatina? Porque sin eso, bro, estás perdiendo el tiempo”. Y ahí empieza la conversión. Si no eres uno de ellos, intentarán reclutarte. Te hablarán de macros, de suplementos, de cómo “el cardio mata ganancias” y de cómo su metabolismo es un regalo divino que les permite estar en un 8% de grasa sin esfuerzo. Son los misioneros de la hipertrofia, los Testigos del BCAA.

Y si te atreves a preguntarles por qué nunca salen de fiesta, te mirarán con lástima. “No bebo, hermano, el alcohol destruye las ganancias”. No saben lo que es una resaca, pero pueden recitarte de memoria cuántos gramos de proteína tiene cada alimento en el Mercadona. ¿Relaciones sociales? Solo con otros niños brócoli. ¿Diversión? Solo si cuenta como cardio.

El gimnasio es su hábitat natural, su templo, su segundo hogar. En él pasan más horas que un recepcionista. Y cuando crees que los has descifrado, cuando piensas que ya has visto todo, te das cuenta de que, de alguna forma inexplicable, siguen en volumen y en definición al mismo tiempo. Es una paradoja que ningún científico ha conseguido resolver.

Así que la próxima vez que entres en el gimnasio y veas a un grupo de estos seres místicos, no intentes entenderlos. No trates de descubrir su secreto. Solo acepta que están aquí, que son inevitables y que, si no tienes cuidado, acabarás preguntándote si deberías empezar a comer brócoli en cada comida.

Y ahí, amigo mío, ya no habrá marcha atrás.