Hay dos tipos de personas en este mundo: los que hacen las cosas bien y los que van por la vida como si fueran un mono con un destornillador. No hay término medio. O te tomas en serio lo que haces, o mejor quédate en casa viendo vídeos de gatitos en Instagram. Porque si algo se va a hacer mal, mejor ni hacerlo.
¿Has visto alguna vez a alguien que “medio entrena” en el gimnasio? Vienen, hacen un par de repeticiones con cara de sufrimiento y después se quedan mirando el móvil como si estuvieran hackeando la NASA. No, amigo. O entrenas como si te fuera la vida en ello o vete a casa a comer galletas y llorar frente al espejo. Lo mismo pasa con cualquier otra cosa en la vida.
El problema es que nos hemos vuelto una sociedad de mediocres. Todo el mundo quiere resultados, pero sin el esfuerzo que conlleva. Quieren músculo sin sudar, dinero sin trabajar y éxito sin haber fracasado mil veces antes. Y así es como terminamos rodeados de gente que se queja de su vida mientras ve series en bucle y dice que “no tiene tiempo”.
Si vas a emprender algo, lo mínimo es hacerlo con ganas. ¿Que montas un negocio? Pues no te conformes con ser uno más. Dale algo diferente, métele fuego, haz que la gente hable de ti. Que si vendes camisetas, sean las más locas, si cocinas hamburguesas, que sean las más sabrosas o las más grandes. Pero no seas del montón, porque el montón está lleno de almas en pena que solo esperan a que llegue el fin de semana para sentirse vivos unas horas.
Y si no tienes la energía para hacerlo con ganas, entonces no lo hagas. Porque al final, los que hacen las cosas a medias son los primeros que se rinden. Y en este mundo, los que ganan son los que tienen los huevos de insistir cuando todo se pone difícil.
Así que, ya lo sabes: haz las cosas bien o ni te molestes. Porque si no lo haces tú, otro lo hará mejor que tú y se llevará lo que podría haber sido tuyo. ¡Espabila, que la vida no espera a nadie!