Cobra Kai eran los buenos, joder. Ya está bien de comernos el cuento de que los malos iban de negro, daban patadas chungas y tenían nombres de serpientes molonas. A ver si espabilamos. Que el cuento de Karate Kid nos lo colaron como si fuera misa: el pobrecito Daniel llega nuevo, los macarras lo putean, aparece el sensei zen y ale, redención, trofeo, música épica y todos a casa. Qué bonito todo. Qué mentira más gorda.
La realidad es que Daniel-San era un brasas de manual. Un intensito. Un tío que se mete donde no le llaman, que le tira la caña a la ex de otro como si fuera el protagonista de una comedia romántica de Antena 3. Y claro, le cae la del pulpo. Pero es que normal. Si tú haces eso en cualquier instituto del mundo real, no sales con una patadita de grulla; sales con el labio reventado y la mochila en la basura. Porque Johnny, el supuesto villano, estaba tranquilo, lidiando con sus mierdas, y llega el notas este a removerle todo. ¿Y encima tenemos que aplaudirle?
Johnny no era un cabrón. Era un chaval jodido, criado bajo la sombra de un sensei que olía a napalm y testosterona rancia. Un tío que solo quería hacer las cosas bien a su manera, con sus códigos, con su rollo de “si me tocas, te reviento, pero si no, tan amigos”. El problema es que todo estaba manipulado para que te cayera mal. Porque claro, va de negro, entrena con hostias y no hace el gilipollas con los bonsáis. Uy, qué peligro.
Y luego está Miyagi, el “sabio”. A ver, sí, sabía dar ostias como panes, pero también era un viejales que se pasaba por el forro toda la lógica. Le enseña a luchar a un chaval en plan “dar cera, pulir cera”, como si eso fuera suficiente para ganar un torneo. Y lo peor es que funciona. ¿Qué cojones?
El torneo fue la guinda. Johnny luchó limpio, como un señor. Con presión, con miedo, con rabia… pero limpio. Y cuando pierde, ¿qué hace? Le da el puto trofeo a Daniel. ¿Eso hace un villano? No, colega. Eso lo hace alguien que ha entendido la lección sin que venga un maestro zen a darle hostias con palillos. Johnny era humano. Daniel era un anuncio de colonia con complejo de víctima.
Y lo más bestia es que ahora, con la serie Cobra Kai, se destapa toda la verdad. Johnny es el personaje más real, más honesto, más jodido por dentro. Y Daniel… es un vendedor de coches con ínfulas de coach motivacional. De esos que te sueltan “la vida es actitud” mientras se mean en el karma de los demás. Un flipado con traje que aún no ha entendido que ser buena persona no es ir de buen rollo, sino saber cuándo has sido un gilipollas.
Así que ya basta. Cobra Kai no eran los malos. Eran los únicos que sabían que en esta vida o te espabilas o te comen. Que no hay cera que te salve de un rodillazo en los cojones. Que el mundo no es una peli de superación. Es una jungla. Y en la jungla, o muerdes o te muerden.
Y ellos, al menos, sabían morder.