Clientes pesados: la pesadilla de los negocios de personalización

Si tienes un negocio de personalización, sabes que hay clientes buenos, clientes normales… y luego están los clientes pesados. Esos seres que parecen haber nacido con el propósito de ponerte a prueba, de hacerte cuestionar tu paciencia y de convertir tu trabajo en una experiencia digna de terapia.

Todo empieza con un mensaje inocente. “Hola, ¿haces camisetas personalizadas?” Y claro, tú, que todavía crees en la humanidad, respondes amablemente. Ahí comete uno su primer error: pensar que será un pedido normal.

Porque no, amigo. Este cliente no quiere simplemente una camiseta. Quiere «La camiseta». Esa que ni él sabe cómo quiere, pero que tú, por arte de magia, deberías adivinar. Te mandará trescientas fotos de referencia, cambiará de opinión siete veces y, cuando ya hayas hecho el diseño, te preguntará: “¿Y si probamos otra cosa?”.

Luego viene la gran pregunta: “¿Cuánto cuesta?” Se lo dices y ahí empieza el drama. “¡Uy, qué caro!” A ver, alma de cántaro, que no estás comprando una camiseta en un mercadillo, estás pidiendo un trabajo hecho a medida, con tiempo, esfuerzo y dedicación. Pero no, él quiere pagar lo mismo que cuesta un trapo en un chino y además exige calidad premium. Porque claro, el arte y la personalización deberían ser gratis según su lógica mágica.

Y no nos olvidemos del cliente fantasma. Aquel que te hace perder horas de tu vida preguntando todo con lujo de detalles, que te tiene en vilo esperando su confirmación y que, de repente… ¡desaparece! Se esfuma como si nunca hubiera existido, dejando el chat en visto y tu paciencia al borde del colapso.

Pero el peor de todos es el cliente “última hora”. El que se acuerda de que necesita un regalo personalizado dos horas antes del evento y espera que tú, en un acto de brujería, tengas todo listo de inmediato. “¿Me lo podrías hacer para ya?” Claro, claro, porque tengo un ejército de duendes trabajando 24/7 solo para ti.

Y después de todo esto, cuando el pedido finalmente está listo, el cliente pesado aún tiene energía para preguntar: “¿Y si le cambias esto?” A lo que en tu cabeza resuena un grito silencioso de desesperación.

Así que si tienes un negocio de personalización, ármate de paciencia y un buen filtro de clientes. Y recuerda: el cliente siempre tiene la razón… hasta que empieza a tocar los cojones.

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