Agosto y la gilipollez del calor sorprendente

Agárrate que vienen curvas: es agosto y… ¡¡hace calor!! ¿Quién lo iba a decir, verdad? Qué misterio, qué locura climática. Los telediarios abren con imágenes de termómetros derretidos, ancianos asomados a la ventana en Albacete y reporteros que se plantan en la calle a las cuatro de la tarde para decirte que “no salgas entre las 12 y las 18 horas”. Gracias, genios, sin vosotros me iba a poner a hacer un cocido de puchero en el balcón.

Pero la cosa no queda ahí. En el metro hoy he oído un aviso de megafonía advirtiendo del calor, como si fuésemos niños de preescolar incapaces de recordar que ES VERANO y que en España, cuando aprieta el sol, lo hace con ganas. Vamos, como ha hecho toda la puta vida. No es una sorpresa, no es una tragedia bíblica, no es un castigo climático divino por haber usado una bolsa del Mercadona: es verano, coño.

Ahora todo es cambio climático, alarma, tragedia y “nunca antes se había registrado esta temperatura desde hace… dos semanas”. ¿Y si dejamos de flipar y asumimos que en agosto hace calor como en diciembre hace frío? Que no es la primera ola de calor de la historia, ni será la última. Ya lo decía tu abuela: “hace un calor que se te pega el alma al sobaco”, y punto.

Y luego los medios, cómo no, haciendo su agosto con el alarmismo barato:

—“Aviso por calor extremo”

—“El sol puede matarte”

—“Aparecen tiburones en la costa”

—“Las medusas atacan de nuevo”

¿Pero esto qué es, un boletín de desastres naturales o un tráiler de Sharknado? A ver si nos relajamos un poco. Medusas ha habido siempre, lo que pasa es que antes no había drones grabándolas. Tiburones, lo mismo: llevan rondando nuestras costas desde que Franco era corneta. Pero claro, ahora con una buena música de fondo y un titular apocalíptico, ya te montan una película de terror en prime time.

Lo grave no es el calor. Lo grave es que nos han convertido en un rebaño de alarmistas que necesita que le avisen por megafonía para beber agua y no ponerse al sol a las tres de la tarde. Y lo más triste es que nos lo tragamos. Nos lo tragamos todo: el telediario, la alarma por el sol, la app del tiempo que parece una novela de Stephen King, y el puto abanico en forma de alerta roja.

Señores, es verano. Hace calor. Lo ha hecho siempre. En agosto te asas, en septiembre sudas, y en octubre ya empiezas a echar de menos el puto sol. Así ha sido y así será.

¿Cambio climático? Sí. ¿Calor en agosto? TAMBIÉN, y de toda la vida.

Dejad de tratarnos como si fuéramos gilipollas y dejaos de alarmas. Que el único tiburón que me preocupa este verano es el que se come mi nómina en forma de factura de la luz.