Los gilipollas de la shisha playera: epidemia con sabor a sandía

Hay pandemias silenciosas que no salen en la tele ni se combaten con vacunas. Y luego están los subnormales que se plantan con su shisha a la orilla del mar, como si estuvieran en un puto chill-out de Dubai. Tú te levantas pronto, te pegas la caminata con la sombrilla, la bolsa de la playa, y cuando por fin clavas el campamento… ¡ZAS! A dos metros tienes a tres notas con bañadores de Versace falsos y una puta chimenea humeante en mitad de la arena.

Se creen elegantes, los muy catetos. Soplan con cara de filósofo griego mientras aspiran un vapor con sabor a chicle de fresa radioactivo, y todo el humo, todo, siempre va directo a tu cara. Porque eso sí, estos cenutrios no se colocan al fondo, no. Se plantan en primera línea, como si el puto Neptuno les hubiera reservado plaza.

Y ojo, que no traen solo la cachimba. Vienen cargados como si fueran a abrir una franquicia de discoteca ibicenca sobre la arena: altavoz tamaño microondas con reguetón a todo trapo, gafas de sol como viseras de coche, toallas de Gucci falsas, y una neverita con Monster, Doritos y cuatro birritas de gasolinera. Todo cutre, todo ruidoso, todo dando por culo. La shisha como símbolo de estatus, ¿sabes? Como si fumar agua con esencia de piruleta fuera el nuevo yate de 30 metros.

¿Y qué pasa cuando se largan? Que dejan la playa como un puticlub después del fin de semana: carbón usado tirado por la arena, restos de papel de aluminio pegajoso y un bote medio lleno de agua marrón que da más asco que un calcetín mojado. Pero ellos tan panchos. Han tenido su momento de gloria. Han sido los reyes del postureo veraniego durante tres horas y media. Que les follen a los demás.

En serio, ¿quién coño te ha dicho que es buena idea montar un salón de té en la jodida playa?¿Tanto os cuesta respirar aire normal, el del mar, ese que no huele a Tutti Frutti de feria?

Queridos fumadores de shisha playera: sois los reyes del ridículo, los campeones del incordio, los dioses del mal gusto. Dejad de convertir la playa en una discoteca de cuarta. Dejad de aspirar vuestra propia estupidez con forma de humo. Y, por favor, la próxima vez que penséis en llevar la cachimba, meteos el tubo por el culo. Igual os aclara un poco las ideas.