Amazon: el milagro del capitalismo y el chaval más corto que un suspiro de pez

Amazon lo ha vuelto a hacer. Su último anuncio es una obra maestra del marketing y la estupidez humana, protagonizada por un chaval con menos luces que una cueva y una madre que merece un premio a la paciencia infinita.

La historia arranca con nuestro protagonista, un muchacho que, en un arrebato de brillantez cuestionable, decide que la mejor forma de moverse por la arena de la playa es con un monopatín. Sí, has leído bien. No con una tabla de surf, no con un quad, no caminando como el resto de los mortales. No. Un puto monopatín.

El resultado es, por supuesto, un desastre. Empuja, se impulsa, cambia de postura, pero la arena se ríe en su cara y lo deja más atascado que un coche sin ruedas. La gente a su alrededor observa, debatiendo si ayudarle o dejar que la selección natural haga su trabajo. Mientras tanto, él sigue intentándolo con la determinación de un hámster corriendo en una rueda sin darse cuenta de que no va a ninguna parte.

Aquí es donde entra el verdadero genio de la familia: su madre. En lugar de dejar que su hijo aprenda la lección de la manera dura o, mejor aún, decirle “niño, usa las putas piernas”, esta santa mujer decide tomar cartas en el asunto de la forma más moderna posible: comprando una tabla de surf en Amazon.

Con un clic y el poder de la logística ultrarrápida, la tabla aparece como si fuera un artefacto divino enviado desde los cielos del comercio online. Y de repente, el chaval que no tenía ni media neurona funcional para pensar que la arena no es asfalto, se convierte en un surfero de la hostia. La madre lo mira desde la orilla, orgullosa, mientras Amazon nos susurra al oído: “No importa lo tonto que seas, con nosotros siempre puedes salir del hoyo.”

El mensaje está claro: si eres un genio, Amazon te hace la vida fácil. Si eres un desastre, Amazon te salva el culo. Y si eres un chaval con menos sentido común que una piedra… bueno, para eso está mamá y su tarjeta de crédito.