La puta manía de fragilizar a la gente: bienvenidos a la era de los blanditos

Vivimos en una época donde todo el mundo es delicado, todo el mundo se ofende, todo el mundo necesita un cojín emocional para no desmoronarse. Se nos ha ido de las manos. Hemos convertido a una generación entera en gente frágil, incapaz de aguantar una crítica, un mal día o una simple situación incómoda sin entrar en crisis existencial.

Antes la vida era dura y la gente aprendía a aguantar. Si hacías algo mal, te lo decían a la cara y te jodías. Si fracasabas, te levantabas, aprendías y seguías adelante sin necesidad de que todo el puto mundo te consolara. Ahora, en cambio, nadie puede recibir ni una puta corrección sin que le dé un colapso emocional.

Nos han vendido la idea de que cualquier cosa es “trauma”. Que si el profesor te dijo que hiciste mal un ejercicio, que si en el trabajo alguien te dio una orden sin sonreír, que si un amigo te dijo una verdad incómoda… todo es motivo para sentirse víctima. Se ha normalizado la debilidad, se ha glorificado la mentalidad de cristal, y al final, estamos criando a gente que se desmorona con el puto viento.

La cultura del “pobrecito” nos ha jodido. Ahora, en vez de decirle a alguien “espabila y mejora”, le decimos “tómate tu tiempo, si te sientes mal es porque el mundo es injusto contigo”. Hemos pasado de enseñar resiliencia a fomentar la autocompasión enfermiza.

Y no, no se trata de “no ser empáticos”. Se trata de que el mundo real no es una puta guardería. En la vida te van a decir que algo lo hiciste mal, te van a rechazar, te van a criticar y te va a tocar hacer cosas que no te gustan. Si cada una de esas situaciones te hunde, estás jodido.

La fortaleza no es insensibilidad, la resiliencia no es falta de empatía. Es simplemente aceptar que la vida no va a tratarte con guantes de seda y que la solución no es llorar, sino aprender a aguantar los golpes y seguir adelante. Pero claro, eso requiere esfuerzo, y hemos entrado en una era donde la palabra esfuerzo da alergia.

Así que ya basta de fragilizar a la gente. Si queremos una sociedad funcional, necesitamos menos lloriqueos y más gente que aprenda a manejar la puta realidad sin desmoronarse al primer problema. Porque al final, el mundo no va a cambiar para hacerte la vida más fácil. O te endureces, o te quedas atrás.