Todos hemos caído en la trampa. Estás en Instagram, deslizando sin rumbo, cuando de repente aparece un vídeo de comida que parece fácil, rápida y deliciosa. Un pollo dorado y crujiente, una tarta esponjosa, una pasta con una salsa cremosa que parece hecha en el puto Olimpo gastronómico. Y ahí estás tú, como un pringado, pensando “esto lo hago yo”.
Pero lo que Instagram nunca te dice es que todas esas recetas son una puta mentira.
Primero, el cabrón del vídeo lo hace todo con una facilidad insultante. Corta los ingredientes con una precisión quirúrgica, mezcla todo en un bol que mágicamente nunca se ensucia, lo mete al horno y en 30 segundos tiene una obra de arte culinaria. ¿Y tú qué? Tú intentas seguir los pasos y terminas con la encimera hecha un puto campo de batalla, una montaña de cacharros sucios y un plato que parece un crimen gastronómico.
El verdadero drama empieza cuando los ingredientes no funcionan como en el puto vídeo.
—Solo necesitas un huevo, un poco de harina y leche.
Mentira. Lo intentas y te queda una masa más seca que la mojama. En el vídeo, el cabrón mueve la espátula y la mezcla se desliza suave, como si tuviera la textura perfecta. En tu casa parece cemento armado.
Y cuando por fin consigues que la masa parezca medianamente decente, la metes al horno y ¡sorpresa! En el vídeo sube perfecta, en tu casa se hunde como si el puto Titanic hubiera reencarnado en un bizcocho.
Pero lo peor son las recetas de cosas crujientes. En el vídeo, los fingers de pollo tienen un rebozado dorado y espectacular. Los haces en tu casa y quedan más tristes que una galleta húmeda. Ni dorado, ni crujiente, ni pollas. Parece que han pasado por un diluvio universal antes de llegar a tu plato.
¿Y qué me dices de las putas recetas que supuestamente no necesitan horno?
—Haz este cheesecake SIN HORNO en 10 minutos.
Mentira. En el vídeo, la tarta se corta con una textura perfecta, cremosa pero firme. Tú sigues la receta y te queda una sopa de queso imposible de desmoldar, con la base hecha una papilla de galletas empapadas.
Y lo mejor es cuando intentas decorar el plato como en el vídeo. En Instagram, todo está colocado bonito. Tu versión parece hecha por un niño de tres años con los ojos vendados.
Al final, te miras el plato, miras la foto del vídeo y te entra una mezcla de rabia, frustración y ganas de demandar a la puta cuenta que subió esa mierda. Pero no lo haces. Porque en el fondo, sigues creyendo que la próxima receta sí te va a salir bien. Eres un iluso.
Así que la próxima vez que veas una receta en Instagram y pienses “qué fácil parece”, recuerda: lo que estás viendo es puro engaño. En la vida real, la cocina es un desastre, la comida no sale perfecta y lo más probable es que termines pidiendo comida a domicilio mientras limpias el puto destrozo que has dejado en la cocina.