Hay una plaga silenciosa en nuestra sociedad, una epidemia que se extiende por parques, supermercados y salas de espera. Las madres que hablan a sus hijos como si fueran completos gilipollas.
Seguro que las has visto. Ahí están, agachándose hasta el nivel del crío, poniendo cara de retrasadas y soltando frases que harían que hasta el niño más tonto del mundo se sintiera insultado.
—¿Quién es mi bebé bonito que va a comerse tooooda la papilla? ¿Eh? ¿Quién es mi campeón?
Es un niño, no un puto cachorro.
Pero no solo es el tono, es la puta manera en la que construyen las frases. De repente, las madres de estos niños dejan de ser seres humanos funcionales y empiezan a hablar como si fueran protagonistas de un programa infantil lleno de colores chillones.
—¿Vamos a ir a hacer pipí? ¡Siiiiiiií, qué bien, qué mayor!
Madre mía, qué momento más vergonzoso para la especie humana.
El niño tiene tres años, no ha salido de un coma. No hace falta que le hables como si cada palabra fuera una revelación divina. Sabe lo que es un plátano, no hace falta que se lo describas como si fueras un documentalista de National Geographic.
—Miraaaa, el plátano es amarillo, y lo pelamos así, y ahora hacemos “ñam ñam” y lo masticamos.
Joder, parece que en vez de alimentar a un niño estás explicándole la puta fotosíntesis a un marciano.
Y el problema es que este tipo de madres no solo le hablan así a sus hijos en casa. No, no, no. Lo hacen en público, en voz alta, para que todos podamos disfrutar de su show de subnormalidad extrema. En la cola del súper, en la consulta del pediatra, en el autobús…
—¿Quién se ha portado súper, súper, súper bien hoy? ¡Mi bomboncito de azúcar! ¡A que sí, mi vida, mi churrupitupi!
El niño con cara de “mamá, por favor, deja de humillarme en público”.
Y lo peor de todo es que estas madres suelen ser las mismas que luego se quejan de que el niño no les hace ni puto caso. ¡Normal! Si le has estado hablando como a un retrasado desde que nació, no esperes que de repente saque un doctorado en comunicación.
Así que, si eres madre y te has sentido identificada, hazte un favor y hazle un favor a tu hijo: háblale como a un puto ser humano. Sin vocecitas, sin diminutivos ridículos, sin tratarlo como si fuera incapaz de entender el idioma. Que luego crecen, y son esos adultos que piden las cosas con vocecita y creen que “hace caca” suena mejor que “cagar”. Y a nadie le gusta un adulto que habla como un gilipollas.