Si vives en Madrid, habrás notado que últimamente (los últimos cinco años) hay una plaga de pajarracos verdes que están conquistando la ciudad como si fueran los putos dueños del cielo. Son las cotorras argentinas, esos pájaros ruidosos, invasivos y toca huevos que se han multiplicado más rápido que los alquileres en la capital.
Hace unos años, estos bichos no estaban en el radar de nadie. Madrid era una ciudad de gorriones y palomas, joder. Pero ahora, los gorriones están desapareciendo y las palomas han pasado a ser el menor de los problemas, porque las putas cotorras han tomado el control. Son como una mafia aérea que ha llegado para quedarse, y da igual dónde vayas, porque siempre habrá un grupo de ellas montando el puto escándalo en cualquier parque.
Para empezar, no paran de chillar. No hacen un ruido normal, no. Hacen un estruendo que parece un puto motín en una cárcel de aves. Te sientas en un banco para disfrutar del sol y ahí están, pegando gritos como si estuvieran organizando una revolución. Un piar constante, histérico, insoportable, que convierte cualquier paseo tranquilo en una tortura auditiva.
Pero lo peor de todo es que son unas putas okupas del reino animal. No es que lleguen, se integren y convivan con el resto de pájaros, no. Llegan, echan a los gorriones y se adueñan de los árboles como si fueran suyas. Construyen unos nidos gigantescos que parecen bloques de viviendas ilegales y que encima peligrosos de cojones, porque pesan tanto que de vez en cuando se desploman y caen como bombas naturales.
Y el problema no es solo el ruido y la ocupación. Se comen todo lo que pillan. Frutas, semillas, brotes de árboles… lo que sea que puedan saquear. Y lo hacen en bandada, como un puto ejército invasor, dejando el ecosistema hecho una mierda. Los pájaros de toda la vida no pueden competir con ellas, porque, además de ser más grandes y agresivas, tienen la actitud de matón de colegio.
El ayuntamiento ha intentado controlarlas, pero nada funciona. Han probado capturarlas, esterilizarlas, intentar convencerlas de que se vayan con bonitas campañas de concienciación (sí, como si les importara una mierda), pero las cotorras siguen ahí, cada vez más, cada vez más ruidosas y cada vez más cabronas.
Así que si vives en Madrid y te preguntas por qué la ciudad parece una puta jungla con tanto ruido de pájaro, ya sabes quiénes son los culpables. Las cotorras han tomado la capital y no tienen intención de largarse. Y lo peor es que, a este ritmo, lo próximo será verlas en el metro, colándose sin pagar y gritándose entre ellas en la línea 10.