Hay cosas en la vida que no tienen explicación: los agujeros negros, la gente que pone piña en la pizza y, sobre todo, el puto misterio de las tapas de los tuppers. ¿Dónde van? ¿Por qué desaparecen? ¿Existe un universo paralelo donde todas las tapas extraviadas conviven en armonía?
Si tienes un cajón de tuppers en casa (y si no lo tienes, eres un ser superior digno de estudio), sabrás de lo que hablo. Da igual cuántos compres, cuántas veces los ordenes o lo meticuloso que seas a la hora de guardarlos. Siempre faltan tapas. SIEMPRE. Es como si tu cocina estuviera conectada con el Triángulo de las Bermudas. Guardas un tupper con su tapa perfectamente encajada y, un mes después, la base sigue ahí… pero la tapa se ha volatilizado. A tomar por culo la simetría.
¿Se evaporan? ¿Se las lleva un duende cabrón especializado en menaje de cocina? ¿Hay una conspiración internacional para hacerte comprar tuppers nuevos cada seis meses? Nadie lo sabe. Lo que sí sabemos es que, por alguna razón cósmica, nunca se pierden los tuppers en sí. No, esos se quedan en tu cocina, mirándote con burla, acumulándose en un ejército de bases inservibles.
Y cuando intentas emparejarlos, el drama es aún mayor. La tapa de ese tupper que parecía encajar perfectamente de repente decide que hoy no es el día. Aprietas, giras, maldices en arameo… pero nada. O queda floja como si estuvieras cubriendo la comida con un folio, o encaja tan fuerte que abrirlo sin explosión de salsa es una misión imposible.
Luego está el clásico caso del tupper mutante. Compraste un pack de 10 iguales, pero ahora, misteriosamente, hay tres que parecen de otra especie. ¿Han crecido? ¿Han encogido? ¿Se han apareado con otros utensilios de cocina? Lo cierto es que ya no encajan con ninguna tapa existente, convirtiéndose oficialmente en basura sentimental que no tiras porque “por si acaso”.
Por supuesto, hay teorías. Algunos dicen que las tapas se meten en la lavadora junto con los calcetines desparejados. Otros creen que, en realidad, nunca existieron y solo eran una ilusión óptica. Y luego está la hipótesis más lógica: se esconden en lugares random de la casa. Porque, seamos sinceros, más de una vez has encontrado una tapa dentro del microondas, en la nevera, o en el puto cajón de los cubiertos sin ninguna razón válida.
Así que ya sabes, amigo. Si un día encuentras todas tus tapas en su sitio, no te confíes. Algo raro está pasando. O has entrado en una dimensión desconocida… o alguien ha venido a ordenarte la vida sin avisarte. Y eso, sinceramente, da aún más miedo.