La Ley de Costas en España se supone que está para proteger el litoral, garantizar el acceso libre y preservar la naturaleza. Todo muy bonito sobre el papel. Pero luego llegas tú con tu furgo, tu tienda de campaña o simplemente con la idea de pasar la noche bajo las estrellas y… ¡zas! Multazo al canto. Porque claro, pernoctar en la playa es un atentado contra la naturaleza.
Mientras tanto, a dos metros, tienes el botellón playero oficial: bolsas del súper llenas de litros, altavoces que hacen temblar las olas y un festival improvisado que termina con la arena convertida en un vertedero de plástico, colillas y ese inconfundible olor a meadero portátil. Ah, pero eso no parece molestar tanto, porque ahí la ley se aplica como el protector solar barato: a ratos y mal.
Y ojo, mención especial a los autodenominados “guardianes del litoral”, esos vecinos o paseantes que se creen inspectores de la KGB y que, móvil en mano, te hacen fotos como si fueras Pablo Escobar si te ven aparcando la furgoneta o acercarte con el perro a menos de 100 metros de la playa. Son los mismos que, curiosamente, no llaman a la poli cuando el paseo marítimo amanece lleno de botellas rotas y vómitos. Les encanta la frase “yo ya he avisado” y sentir que colaboran en una misión secreta para salvar el planeta… de un tío durmiendo o paseando al perro.
El argumento oficial para prohibir pernoctar es evitar “impactos medioambientales y degradación del entorno”. Pero si te quedas un rato en cualquier playa un sábado por la noche, comprobarás que el verdadero impacto lo dejan los que se montan allí su rave particular. Eso sí, si te pillan durmiendo en tu furgo, te cae un sablazo de hasta 1.500 pavos; si te pillan bebiendo y ensuciando, probablemente te lleves… la resaca habitual y una anécdota para contar a tus amigos al día siguiente en el mismo sitio.
El problema es la incoherencia. Nadie discute que haya que proteger las playas, pero ¿de verdad es más dañino un campista tranquilo que veinte borrachos dejando la orilla como un vertedero post-apocalíptico? Si la Ley de Costas quiere ser seria, debería sancionar lo que realmente degrada el entorno, y no lo que queda bien en un boletín oficial.
Pero claro, es más fácil multar a cuatro campistas que plantarle cara al ejército del botellón. Y así seguimos: playas limpias de tiendas y furgos, pero llenas de mierda, olor a pis y con los “colaboradores de la ley” buscando a quién joderle la noche. Eso sí, la ley cumplida y el medio ambiente protegido… sobre el papel.